martes, 24 de septiembre de 2019

Coincidencia


El sufría atragantándose con gritos desaforados que se confundían con el insoportable cuchicheo de las voces del silencio. No obstante, y debido tal vez a las confusas leyes que favorecen el discurrir por las intrincadas vías de la trascendencia, ese callar liberaba inequívocas señales de pedidos de auxilio. Ella percibía, casi sin proponérselo y por el único hecho de ser buena receptora, esas súplicas que contaminaban su pensar exento de altisonancias, aunque nunca supo quién las emitía, ni siquiera si eran por o para ella. Hasta que un día los murmullos se acallaron y por más que ella fue toda apertura ya no percibió ruego alguno. Ese día un visionario destino echó sus cartas. Ese día, sin saber ella que él era el emisor de las súplicas ni él que ella sería de ahí en más su salvaguardo, se conocieron.

Necesidad


Desde que no estás aquí, me siento inmerso en una llamativa calma, que se me antoja rara, que me consta no atraerá jamás una tormenta. Es una calma continua, inquebrantable, lasa, como… como cuando algo que tenía vida de pronto ha dejado de latir para no reincidir, sin aviso previo, sin proponérselo. Es como si fuera una eterna paz que no encontrara nunca su incomodidad. Es la calma de la sucesión de los recuerdos gratos, esa harto conocida intrascendencia de las cuestiones zanjadas. Es el aburrimiento mismo, y uno de aburrimiento hasta se puede morir casi sin darse cuenta. Necesito inseguridades. Necesito altisonancias. Necesito aconteceres inciertos. Necesito que estés aquí, que me des calor, que me hagas sentir frío, que me infundas valor, que liberes tu brío, que hagamos el amor, que me mantengas vivo.

martes, 17 de septiembre de 2019

Lo sé


Y sí, como sin querer, como quien no quiere la cosa, sin llamar la atención, sin rimbombancia alguna, entraste en el radio de acción de mi radar. Eras tan solo un puntito más entre una constelación de puntitos intrascendentes. Pero hubo un no sé qué que llamó mi atención. Tal vez un casi imperceptible brillo diferente que no pasó inadvertido ante mi particular descrédito por las cosas habituales. Y mi repentino estado de alerta, te alertó. Y ese pequeño brillo fue luz cegadora que se transformó en belleza transparente, en presencia etérea que hizo contacto supremo conmigo. Y ahí supe que era tarde para desestimar, que aquella intrascendencia era la calma que antecedía al huracán, y que ya estaba inmerso en el mismísimo ojo.
Y sé que ya nada será igual, que de ahora en más harás lo que desees con este servidor, y que no me disgusta para nada este estado.

martes, 10 de septiembre de 2019

Omnipresencia


Hay momentos en los que las circunstancias de la vida arrecian como llovizna de invierno, con la intrínseca promesa de derribar mi integridad.  Instantes que aprovechan al máximo los infortunios para machacar sin contemplación alguna sobre la escasa paciencia que me resta. Es justo entonces, en el preciso segundo en el que estoy por tirar la toalla o estallar en mil pedazos, cuando apareces tú, con esos ojos empapados de oasis, con ese andar de reina en sus aposentos, con esa paz de amanecer campestre, con esa sonrisa que sólo esbozabas para mí. Y con esa simple aparición, ya que nunca dejas de ser más que eso, haces que se mitiguen los alcances de toda influencia negativa y al mismo tiempo logras que rejuvenezca mi ánimo rumbo a un inevitable volver a empezar.