viernes, 5 de abril de 2019

Levedad


Y sí, tantas veces lo había soñado que al fin se lo terminó por creer. Creyó que ya había vivido todo lo que había que vivir. Creyó que había dado cumplimiento a las misiones que se le habían encomendado en el breve tránsito por el derrotero vital. Y así, convencida de que ya no quedaban pendientes por cumplir, tan sólo cerró los ojos y se echó a volar. Y por ahí anda: a veces, inquieta, visita ciertos confines ocultos que nadie ha osado conocer, y otras veces, sonriente, suele regresar a lugares conocidos en los que supo pasar buenos momentos. Ella vuela, y ya no dejará de volar, aunque se haya olvidado de llevar su cuerpo que reposa a ratos en una mecedora en el living, y a ratos en la cama matrimonial donde ya hace un tiempo se ha desocupado la otra mitad. Y, ¿quién sabe?, tal vez en alguno de sus vuelos se vuelvan a encontrar, y echen a volar juntos una vez más.

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