martes, 16 de abril de 2019

Ansiedad


No. Por más que lo intentó no pudo esperar a estar sumida en la acogedora intimidad de su habitación para comenzar a leerlo. Tantos comentarios había escuchado acerca del proceder prohibido de la pareja protagonista de ese libro que una vez que lo tuvo en sus manos la ansiedad pudo más que los consabidos reparos que debía tener en base a guardar las apariencias. El tronco de un viejo fresno ubicado en un apenas discreto lugar de la plaza le hizo masajes en la espalda, las intermitentes sombras de sus ramas fueron contorneando la suavidad de sus curvas, la fresca brisa del otoño erizó los pelillos de su piel de durazno, mientras las hojas secas bailaban a su alrededor e intentaban hacerle cosquillas en las piernas. Ella nunca se enteró, pues ya estaba inmersa en la atrayente historia y al tiempo que entrecerraba los ojos, se aprestaba a sentir sobre su cuerpo desnudo las intensas caricias y los cálidos besos de aquel misterioso amante.

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