Siempre supieron que estaba mal lo que
hacían, pero se sentían tan bien haciéndolo que no dejaban rincón para el
reproche ni resquicio para la duda. Se sabían los inventores de ese mundo único, sólo
habitado por ellos, sólo disfrutado por ellos, sólo conocido por ellos. Ese
mundo que, curiosamente, los aislaba de los demás. Ese mundo tan particular que
se desintegraba cuando se separaban y se reinventaba, resurgía con el ímpetu y
la fortaleza del fénix, al mínimo contacto entre los dos para volver a hacerlos
uno sólo. Únicamente al tiempo con su absoluta falta de consideración y sensibilidad
se le pudo haber ocurrido separarlos aunque, quién sabe, tal vez haya ciertos
mundos que logren resurgir mas allá de las fronteras.
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