¿Y qué si el verdugo, ese tirano maldito
que obliga a trascender las fronteras de la oscuridad, opta por venir a
buscarme en lo más profundo de la noche que se avecina?
No. De ninguna manera desestimaré,
estimada señora, vuestra intención de querer disfrutar de tan gratos placeres. Proceda
usted nomás a aliviar lentamente mis más oscuros deseos saciando a la vez los
propios si es eso posible. Extíngalos. Haga que todos sean por un momento
fantástica realidad, y que más tarde pasen a alimentar el pasado con gratísimos
recuerdos que puedan ser invocados una y otra vez cuando nuestros egos soliciten
ese impulso necesario para levantar el orgullo.
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