sábado, 21 de octubre de 2017

Costo final

Y un día la ilusión muere, o termina de morir porque siempre estuvo debatiéndose entre agonías y resurgimientos. Y ese día te das exacta cuenta de los extensos jirones de piel que te faltan, de los inmensos vacíos que te estrujan el alma, de los sentidos pedazos de corazón que dejaste en el camino… Y en ese momento, como el apostador tras el desacierto, te desayunas que empeñaste mucho más que lo razonable en pos de ese sueño. Y cuesta… y cuesta horrores levantarse cada día y volver a andar sin esa idea fija, sin esa esperanza, sin esa ilusión que por el solo hecho de existir te dibujaba una sonrisa de oreja a oreja aunque todo lo demás estuviera pintado de gris…

Preocupación

No te preocupes si me ves a menudo mirando lejos, pues mientras lo haga será porque existen caminos por donde andar, metas por alcanzar y experiencias por vivir; preocúpate cuando mi vista se haya nublado y navegue errante por los confines del silencio y la decepción.
No te preocupes por mis cambios de actitud, por la variabilidad de mi ánimo o mi humor cambiante; preocúpate si no ocurren porque será señal clara de que las contingencias de la vida ya no me afectan ni me hacen mella.
No te preocupes por los excesos de seducción o las desinteresadas muestras de afecto; preocúpate si me atrae más cualquier otra distracción que el perder el tiempo contigo. 

miércoles, 11 de octubre de 2017

Culpable hasta que vuelva el sol

Escucho reclamos ahogados que escapan por las apretadas hendijas del reino de los silencios. El lamento lejano de un violín parece querer arrastrarme al recuerdo de la triste sinfonía producto del interminable llanto tras mi partida. Algo sombrío y perturbador ha borrado tu sonrisa y extinguido el brillo de tus ojos.
Los reclamos son para mí. El lamento es por mí. La nube que oscurece tu mirada… Esa nube soy yo. Aunque soy tan solo eso, una nube que desaparecerá cuando vuelva el sol.

martes, 3 de octubre de 2017

Proyección

Como la furia que mal señala, dedos acusadores se yerguen, altivos, amenazadores y recurrentes, sobre pretensiones de inocencia.
Como la duda que fácil se instala, mentes obtusas inventan entretelones que involucran a personas rectas en el intento de dañar reputaciones.
Como la envidia que mal aconseja, se tejen supuestos sobre pertenencias, virtudes o defectos que tal vez ni siquiera existen.
Como los devotos clérigos que bregan por transparencia en las acciones cuando sobre diversas hipótesis descansa el mismísimo origen, hay quienes exigen claridad hasta de aquello que no se puede —ni se desea— constatar. 
De qué culpabilidad —o inocencia— podría hacerme cargo yo cuando hasta la proyección de mi sombra tergiversa mi imagen.