Miraba a lo lejos a
través de los vidrios de la ventana como quien deja pasar el tiempo sin pena ni
gloria, sin recuerdos ni olvidos, sin ilusiones ni certezas, sin apetito ni
abstinencia. Hasta que te vi y nos vimos. Entonces la intrascendencia, el
desgano y la fatalidad se estamparon contra los cristales y resbalaron hacia abajo
para terminar diluyéndose entre los garabatos del piso sin dejar huella alguna.
Es que el reflejo en mis ojos de la luz de tu mirada hace milagros.
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