¿Qué
extraños fantasmas ejercen su dominio sobre nosotros que tenemos casi la absoluta
necesidad de escuchar algún tipo de sonido invadiendo nuestro ámbito de acción?
¿Por qué razón nos cuesta tanto guardar el silencio necesario que nos permita
alternar con nuestros pensamientos? ¿Será que cada vez le tememos más al tormento
del propio pensar, o es miedo a la osadía de elaborar conclusiones desatinadas,
contaminadas o perversas que luego no podremos aceptar como nuestras?
Se
conoce que las ideas productivas son consecuencia del trabajo de mentes calmas,
sosegadas, en armonía con su entorno. Se vuelve poco menos que imposible generar
algo rescatable cuando la atmósfera no se presta.
¡Ustedes
tienen cada ocurrencia! Solían decirnos los mayores no hace demasiado tiempo.
Ocurrencia: acción que en estos días que vivimos corre serio peligro de
extinción.