Para él fue un golpe más, uno leve, sin demasiada importancia, que ni
siquiera lo llevó a pensar que acarrearía consecuencias o que podría cambiar
algo. Había habido peores e incluso palizas de esas que amansan, y ella nunca
había reaccionado ni decidido hacer nada al respecto.
En cambio para ella fue el último, el que acabaría con la irrelevancia
de su proceder y daría fin a su vida sumisa, para dar comienzo a otra, muy
incierta seguramente, pero bajo el dominio de su voluntad y sin lugar para las
agresiones ni las imposiciones de los demás. Esa cachetada fue el golpe que
obligó a su mente a decir: “Basta, ya ha sido suficiente, no debes soportarlo
más”
El sonido producido por el golpe del bate de béisbol al dar sobre la
nuca del hombre se escuchó apagado, tal vez más apagado aún que el ruido de su
cuerpo al caer fláccido sobre el piso de madera de la humilde casilla. Los pasos
que se oyeron en retirada un rato después también eran calmos y livianos, como
liberados de carga.
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