martes, 27 de octubre de 2015

Creo en lo que imagino

La riqueza interior de cada uno de nosotros está basada casi en absoluto en lo que imaginamos. Científicamente se sabe que los sucesos o acontecimientos que condicionan nuestra vida para bien o para mal representan un porcentaje mínimo respecto de todo lo que nuestra mente imagina en base a esos hechos. Ocurre algo que nos afecta de alguna manera y automáticamente comenzamos a hilvanar posibilidades, a elaborar teorías, a construir diversas formas de actuación para proceder a enfrentarlo o defendernos.
Pues ese discurrir de la mente en base a ciertos disparadores es lo que hace que la mayoría estemos convencidos de que es posible alcanzar ideales de sentimientos, de personas, de modos de vivir, de relaciones, y de mundos, entre muchas otras cosas, porque estos modelos existen o están implícitos en nuestra imaginación; y ese creer en lo que se imagina es lo que nos impulsa a seguir adelante sin pensar en que vamos al encuentro de la utopía misma.

Atracción cara pálida

Me iría a vivir a Irlanda o Escocia por el solo hecho de tener el placer de admirar todos los santos días a alguna bella pelirroja. Me genera un regocijo especial casi al límite de lo inexplicable y que termina por exacerbar mi espíritu ese contraste exultante entre el matiz fuego del cabello y la piel extremadamente blanca propiedad de tales mujeres.

Blanco y negro

Ese inexplicable atractivo de lo contradictorio.
Me cautivan sobre manera las combinaciones entre opuestos.
Un cóctel bien preparado de inocencia y perversidad puede llegar a embriagarme de placer.
La mezcla de tolerancia e injuria bien manejada puede hacer resurgir pasiones aletargadas.
Una dosis moderada de rebeldía hará estragos en la placidez de una noche de luna llena.
Un toque de malicia cada tanto es condimento indispensable para amenizar intrascendentes bienestares.

jueves, 22 de octubre de 2015

Resignado

Y bue... si sucediera que un día de estos usted se cansara de mis particularidades y me mandara a la mierda; pues ese será un triste día sin duda alguna, pero no será más que otro de los que trataré de superar con la ayuda de la ocurrencia del tiempo y el archivo en las celdas del olvido; así como he tratado de superar todos aquellos tristes días de mi vida sin obtener demasiado éxito hasta el momento.

martes, 20 de octubre de 2015

El último golpe

Para él fue un golpe más, uno leve, sin demasiada importancia, que ni siquiera lo llevó a pensar que acarrearía consecuencias o que podría cambiar algo. Había habido peores e incluso palizas de esas que amansan, y ella nunca había reaccionado ni decidido hacer nada al respecto.
En cambio para ella fue el último, el que acabaría con la irrelevancia de su proceder y daría fin a su vida sumisa, para dar comienzo a otra, muy incierta seguramente, pero bajo el dominio de su voluntad y sin lugar para las agresiones ni las imposiciones de los demás. Esa cachetada fue el golpe que obligó a su mente a decir: “Basta, ya ha sido suficiente, no debes soportarlo más”
El sonido producido por el golpe del bate de béisbol al dar sobre la nuca del hombre se escuchó apagado, tal vez más apagado aún que el ruido de su cuerpo al caer fláccido sobre el piso de madera de la humilde casilla. Los pasos que se oyeron en retirada un rato después también eran calmos y livianos, como liberados de carga.

Dulce borrachera

Me seduce y me subyuga que usted se abra de cuerpo y alma como aquella flor lo hace a la salida del sol. Sólo haría falta que yo simulara los cálidos rayos y me inmiscuya subrepticiamente por entre sus ofrecidos pétalos para terminar por embriagarme con el néctar de su pasión.

Sugerencia versus obviedad

La leve percepción de un pezón erecto bajo la fina tela de la remera de una chica generará en un hombre inenarrables sensaciones, disparará sus sentidos, y suscitará fantasías en infinita mayor medida que si estuviera viendo el cuerpo completamente desnudo de la misma mujer.
El hacerle una observación sutil acerca de las supuestas virtudes interiores siempre tendrá más efecto que un comentario descarado y directo sobre los reales atributos de la dama que tengamos enfrente.
La mente está tan acostumbrada a la obviedad, a las generalidades y a las groserías que ya no logran sorprenderla. En cambio, se rendirá y se pondrá de rodillas ante lo distinto, ante lo seductor de lo sutil y lo misterioso del supuesto por más efímero que esto parezca.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Inevitable decantar

Poco a poco te has ido yendo como el color de las cosas viejas.
Poco a poco te has diluido como la pasión con el tiempo.
Poco a poco has desaparecido como la polvareda con el viento.
Poco a poco te has borroneado como la ansiedad al paso de los años.
Poco a poco me has ido ladeando de tu vida como el reloj descarta las horas del día a sabiendas que se acabarán y que jamás habrá una vuelta atrás.

jueves, 8 de octubre de 2015

Respuestas nocturnas

Seguro les ha pasado más de una vez que han despertado a mitad de la noche, o han recibido a un nuevo día, con la respuesta a esa pregunta que los tuvo en vilo durante semanas. Y además, envueltos en el regocijo del hallazgo, jamás se preguntaron por qué siempre aparece esa respuesta cuando menos la buscaban. Tal vez no llegue a ser relevante el asunto, pero sin duda llama un tanto la atención. ¿Qué es lo que hace que encontremos las respuestas cuando dejamos de buscarlas? ¿Es la tensión de la mente que se libera y por ende al descansar se potencia y ve las cosas de un modo más analítico? ¿O existe algo más allá de nuestros alcances comprensibles que nos ayuda a encontrar a través de señales lo que inconscientemente continuamos buscando? ¿Seguimos teniendo la potestad absoluta sobre nuestra mente cuando dormimos?
¡Qué preguntas! Mejor me voy a dormir, con suerte tal vez al amanecer me encuentre con alguna respuesta o una señal al menos que me indique cómo llegar a ellas…

Juro que la conocía

Me la encontré en la terminal de ómnibus, o mejor dicho ella me encontró, aunque no me buscara, pues yo esperaba cuando llegó y me saludó como si me conociera. Arribó el colectivo y subimos. La casualidad hizo que le hubieran vendido el asiento junto al mío, o a mí el que estaba al lado del de ella; ¡qué caso tiene, da lo mismo! Viajaban cinco personas en un coche de sesenta y el tipo de la ventanilla me había vendido el asiento junto al de ella, era algo llamativo, sin duda.
—Creo que este es el mío— le dije, al acomodarme a su lado. Pelotuda observación, dirán ustedes, aunque en mi defensa debo alegar que para ese momento yo ya estaba bastante dado vuelta,  un poco por su belleza y mucho más porque hacía diez minutos que trataba de ubicar a la chica en algún contexto, sin poder lograrlo.
—Así parece— respondió, con una amplia sonrisa.
Tiré un par de bromas a las que ella me siguió con absoluta prestancia acerca de una doña que se cambió de lugar media docena de veces, hasta que logró sentarse al lado de otra señora, consiguiendo su propósito de conversar con alguien durante el trayecto entre ciudades.
Toda vez que pude la observé de reojo, me resultaban muy familiares: su cara, su porte, su voz, su sonrisa, sus manos, sus piernas.
Nos despedimos con un saludo afectuoso propio de conocidos al llegar a mi destino que no era el de ella. Juro que la conocía aunque nunca la había visto antes.
Mientras camino hacia el trabajo acompañado de su recuerdo, me pregunto: ¿No se me habrá escapado un personaje de alguna narración?