He juntado los pedazos de tu corazón y pacientemente los he vuelto a
unir.
He sido resguardo de tu atribulada alma luego de rescatarla de los
mismísimos confines del infierno.
He insuflado energías en tu cuerpo e implantado esperanzas nuevas en
tu voluntad para que te levantes y eches a andar. Y lo hiciste y partiste con rejuvenecidas ganas de vivir.
No me quejo de haberlo hecho, al contrario, fue una satisfacción para mí, y lo
volvería a hacer, si no fuera porque has vuelto a buscar cobijo tras las garras del único culpable
de haber causado todos tus tormentos y desde allí me ladras mostrándome los
dientes y con la mirada inyectada en sangre como si me desconocieras.