Anoche
tuvimos sexo. Liberé endorfinas. Descomprimí la mente. Soy de los que afirman que
si todas las personas tuvieran la dosis justa de sexo que cada una necesita, al
mundo en general le iría mucho mejor. Con los pensamientos desintoxicados, con
el cuerpo y la mente actuando en armonía se ve más claro el buen camino, por
ende las ideas fluyen libres, diáfanas y positivas; dejando de lado por un momento aquellas erráticas,
mal intencionadas y muchas veces hasta homicidas. Aunque también sé que estas
nunca acabarán de irse, sino que retornarán como parte del interminable juego
perverso de la ciclotimia de la vida. Por eso es que trato de aprovechar al
máximo la clarividencia que me brinda ese después
de, para crear, para asentar ideas que emergen naturales, cristalinas y
abundantes como agua de manantial.
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