Tu
boca, tus labios: tus escuetos pero siempre cálidos besos.
Tus
ojos inquisidores y sus posesivas, descubridoras de intenciones, y a veces
mortales miradas.
Tus
manos, tus dedos: esas suaves caricias tan oportunas como escatimadas y por eso
tan dueñas de mi ansiedad.
¡Qué
sabe el tiempo cuando asegura que bajo su reinado todo se olvida!
Tu
vientre liso, tu cintura marcada: la inevitable atracción de las formas de
avispa.
Tus
piernas largas, la convexidad de tus caderas, tu tersa piel: esa inocultable
gracia de mujer.
¡Qué
sabe la distancia si te aleja de mí en la creencia de que es posible no
pensarte!
Lo
sublime de tu sexo, la magnificencia de tus nalgas: las particularidades a la
hora de hacer el amor.
Tus
aromas, tus flujos: la gloria de saberte y de tenerte; el placer de
satisfacerte.
Que
es fácil olvidarte. ¡Mentira! Eso es sencillamente imposible.