A veces, cuando ya no puedo más, aunque nadie me escuche, clamo a los cuatro vientos, y ese clamor lleva tu nombre. A veces, camino bajo la lluvia para despejar la mente, pero resulta que el agua tiene sabor a sal, son lágrimas de desconsuelo que llueven por ti. A veces le pido a la tormenta que amaine, que no se empeñe en ir siempre en tu contra. A veces le ruego al destino que pare de conspirar, que lo de él ya es obstinación, que se le ha ido la mano. A veces sigo insistiendo, y a veces caigo rendido ante los vaivenes de la desesperanza. Pero hoy se me ha ocurrido una idea. Hoy le he hablado al oído a la Providencia y le he hecho una oferta por demás tentadora, le he propuesto que se quede con el resto de mis días, a cambio de que me obsequie uno entero contigo.
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