lunes, 27 de junio de 2022

El estigma de su presencia

Me he despojado del resto de sus pertenencias y las he tirado en el desván de los deshechos. Refregué con ansias de obseso las huellas de su paso, rociándolas con el mágico polvo del descuido. Traté de borrar su grato recuerdo inventando las más viles historias, donde la mejor de las arpías tenía su cara y la víctima era yo. Intenté sumergir en alcohol el estigma de su presencia, pero mientras más se nublaba mi vista con mayor nitidez la veía. Y resulta que a ratos se va, pero de repente suena una canción, y ahí está ella, inmersa en esa melodía que me lleva adonde alguna vez la escuchamos juntos. Y por ahí pasa un tiempo en que parece que al fin los caminos se han bifurcado, y aprovecho el momento y me dedico a leer, y ocurre que en la lectura siempre encuentro una frase que me remite inevitablemente a ella. Entonces me doy cuenta de que jamás se termina de olvidar a quien se ha querido de verdad, y que no está mal llevar esos gratos recuerdos adheridos al alma. Si en definitiva, son solo míos y de nadie más.


viernes, 17 de junio de 2022

A la espera

Ya sumergido en el hartazgo por la falta de concreción, ha dejado de seducirme lo intangible. El poder de los sueños ya no ejerce supremacía sobre mí. El magnetismo de la utopía ha transmutado a simple rechazo. Cuestiones nada halagüeñas, pues de ello se alimenta el paso siguiente, se nutre el porvenir. Me exasperan en el discurrir habitual: la llanura del paisaje, la monotonía en el pensar, la sucesión inalterable de los hechos, lo trillado de las cuestiones, la intrascendencia del paso del tiempo, la volatilidad de las buenas intenciones. Todo lo cual es todavía más nefasto que lo anterior. Aún así, continúo engañándome y estoy a la espera de que suceda algo que me sorprenda , que me agarre de las solapas, que me levante en vilo, que me zamarree  y me susurre al oído: “viste que valía la pena tanta espera”

Resistiré

Mi camino no suele ser el de la mayoría, siempre tuve claro que no era mi deseo acompañar incondicionalmente el andar de los demás. Me resisto por la simple rebeldía de mi convicción. Aunque la tendencia general intenta abducirme, ejerciendo su atractivo y desplegando toda su seducción, en la clara pretensión de atraparme e imponerme sus condiciones con su discurso de buen político, con su alegato de abogado brillante, con su cintura de mujer bonita. Es una intensa y permanente batalla la que tengo que librar a diario para no involucrarme en generalidades, para no contagiarme de obviedades, para no copiar los procederes de los demás, para poder dar rienda suelta al libre albedrío que se me ha asignado por naturaleza. Siempre preferiré caer en el pecado individual y hacerme cargo de la culpabilidad, a ser parte del pecado universal que por ese simple hecho solo se exculpa.