He llegado a cortar por la mitad la madrugada,
con el fin de repartir el tiempo entre fulanas.
Y ahora de castigo por comer tanta manzana,
la puta soledad se ha instalado en mi cama.
Y el único aroma a dama
que tienen ahora mis sábanas,
es el de las lágrimas de sal,
que lloro por ellas cada noche,
que lloro por ellas cada noche,
y también cada mañana.
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