Y sus ojos color tormenta me
sumergieron en lo más profundo y bravío del mar lejano que aún no conozco.
Y sus largos cabellos librados al
viento del otoño me recordaron el oleaje de aquellos trigales maduros mecidos
por la brisa.
Y el sabor de sus labios tuvo la virtud
de retroceder el tiempo al atraer la dulzura inédita de aquel fantástico primer
beso.
Y las suaves curvas de su cuerpo desnudo
me transportaron a las ondulantes e impredecibles dunas del gran desierto.
Y justo ahí, en el centro mismo
del paisaje conformado por las preciosas dunas, hay un bellísimo oasis donde pretendo saciar mi apetito y mi sed.