No. Por más que lo intentó no pudo
esperar a estar sumida en la acogedora intimidad de su habitación para comenzar
a leerlo. Tantos comentarios había escuchado acerca del proceder prohibido de la
pareja protagonista de ese libro que una vez que lo tuvo en sus manos la ansiedad
pudo más que los consabidos reparos que debía tener en base a guardar las
apariencias. El tronco de un viejo fresno ubicado en un apenas discreto lugar
de la plaza le hizo masajes en la espalda, las intermitentes sombras de sus
ramas fueron contorneando la suavidad de sus curvas, la fresca brisa del otoño
erizó los pelillos de su piel de durazno, mientras las hojas secas bailaban a
su alrededor e intentaban hacerle cosquillas en las piernas. Ella nunca se
enteró, pues ya estaba inmersa en la atrayente historia y al tiempo que
entrecerraba los ojos, se aprestaba a sentir sobre su cuerpo desnudo las intensas
caricias y los cálidos besos de aquel misterioso amante.
Este es mi borrador virtual. Todos los textos son de mi exclusiva autoría. No siguen ninguna línea específica ni hilo conductor, ni siquiera una cronología. Publico compulsivamente cuando tengo ganas, y cuando no las tengo me pregunto por qué pierdo el tiempo en hacerlo. Soy así. Las imágenes fueron tomadas de Internet.
martes, 16 de abril de 2019
viernes, 5 de abril de 2019
Contradicciones
La vida es un cúmulo de mandatos, una
sumatoria de imposiciones camufladas tras atractivas máscaras de sugerencias
que, paradójicamente, ya no sorprenden. Todo ha sido dicho y todo hecho, por
ende las formas para llegar a un fin conocido terminan por ser irrelevantes. La
libertad mal entendida no consiste en otra cosa que en romper las reglas. Hoy no
se sabe con exactitud qué es lo que se siente al estar bajo el influjo de la verdadera
libertad, esa que, paradójicamente, sin influenciarte de alguna manera logra llevarte
a hacer lo que íntimamente deseas.
Levedad
Y sí, tantas veces lo había soñado que
al fin se lo terminó por creer. Creyó que ya había vivido todo lo que había que
vivir. Creyó que había dado cumplimiento a las misiones que se le habían
encomendado en el breve tránsito por el derrotero vital. Y así, convencida de que
ya no quedaban pendientes por cumplir, tan sólo cerró los ojos y se echó a
volar. Y por ahí anda: a veces, inquieta, visita ciertos confines ocultos que
nadie ha osado conocer, y otras veces, sonriente, suele regresar a lugares
conocidos en los que supo pasar buenos momentos. Ella vuela, y ya no dejará de
volar, aunque se haya olvidado de llevar su cuerpo que reposa a ratos en una
mecedora en el living, y a ratos en la cama matrimonial donde ya hace un tiempo
se ha desocupado la otra mitad. Y, ¿quién sabe?, tal vez en alguno de sus
vuelos se vuelvan a encontrar, y echen a volar juntos una vez más.
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