No recuerdo si te tenté o me tentaste, si te encanté o
sucumbí ante tus encantos, si me embriagué al verte o me nubló toda razón tu
mirada, si fue atracción involuntaria o premeditación y alevosía; ya no tiene
importancia. Lo que ahora importa es que la tentación mutua emitida, más el encanto
involucrado, más el embriago suscitado por la insinuación siempre latente de
nuestros cuerpos han generado una alevosa atracción que no tiene posibilidad de
retorno, y que nos llevará derechito aunque sin prisa alguna hasta el mismísimo
cadalso donde aguardaremos juntos y sonrientes lo que sea que se nos tenga
reservado.
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