He
estado donde nacen los sueños que es también donde perecen o se esfuman.
He
pernoctado en aquellos espacios donde se forjan los más loables propósitos y
las más depravadas intenciones.
He
tomado decisiones y me he equivocado, he aprendido por defecto.
He
soñado e intentado volar pero mis pies nunca se despegaron lo suficiente.
He
alimentado ilusiones un montón de veces y cultivado desengaños otras tantas.
He
tenido buenos propósitos y malas intenciones, también admirables objetivos. He llevado
a cabo algunos, y conseguido otros, aunque la mayoría continuó su camino,
esquivando mis deseos.
He
pasado por los más diversos estados y me he sorprendido con una infinidad de
situaciones, pero lo que aún sigue llamando poderosamente mi atención es el
constante empeño que ponemos para enseñar a vivir en plenitud o en estados
puros o heterogéneos, en detrimento de apostar a inculcar la manera de convivir
con el desgano, la traición o el sufrimiento que, paradójicamente, suelen ser
los más comunes de los estados en los que nos toca vivir.
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