miércoles, 25 de mayo de 2016

Aliento providencial

La mirada en su amanecer de párpados apenas entreabiertos retoma su andar errático de los últimos tiempos y se le va a través de la ventana. Al instante por sus pupilas opacas desfilan imágenes: un grupo de árboles de ramas desnudas, un colchón de hojas amarillentas revueltas por el viento, las siluetas lejanas de media docena de edificios ocultos a medias por la niebla, y la inmensidad de la tristeza gris del firmamento; haciéndole notar en su conjunto el minúsculo punto casi insignificante que es dentro de ese todo. No obstante ello, siente los ojos de la mismísima Providencia clavados en él, como auscultándolo. Se pregunta si esa otra mirada alcanzará a captar algo más que el decaimiento que lo embarga prometiendo matarlo poco a poco, o es que tan sólo se sintió atraída por la superficialidad del desgano que demuestra. El desgraciado, abatido en su cama, casi instintivamente le exige que no se ande con vueltas y se expida de una vez por todas acerca de lo que le tiene deparado. La respuesta de la que se cree que todo lo sabe no se demoró ni siquiera un instante: Todo depende de ti, le dijo.

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