He tenido siempre al alcance de mi habilidad el instrumento borrador de tu tristeza. Pero cada día que pasa me tiembla más el pulso a la hora de hacer el bosquejo de tu próxima sonrisa. Y si al fin ocurre que sonríes e intento vanagloriarme por el logro, entonces descubro que ha sido solo un instante lo que ha durado mi dibujo en tu rostro. Las comisuras de tu boca se caen como si tuvieran peso propio o actuara sobre ellas el principio de gravedad. Y yo ya no sé qué más hacer para espantar tu tristeza, para ahuyentar tus fantasmas, para maquillarte la cara y pintar aquel añorado brillo en tus ojos.
A no ser que…. A no ser que opte por descartar esta careta de payaso que suelo llevar a la vista de los demás y muestre mi verdadera cara, que no es más que un rostro triste y amargado, muy similar al tuyo. Y tal vez así, uniendo mi tristeza a tu tristeza y compartiendo mi pesar con tus pesares, nos resulte un tanto más fácil de sobrellevar la convivencia.
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