martes, 11 de diciembre de 2018

Los conjuros y el viento


Vivía tirando conjuros al viento con el anhelo implícito de que expandiera mis deseos íntimos más puros y los llevara allí donde yo no me atrevo, en la búsqueda de la ansiada correspondencia.
El viento ha tomado mis deseos, los ha envuelto, los ha estrujado y los ha vuelto a despachar, contaminados con altas dosis de lujuria, enrarecidos por lo excelso de los placeres mundanos, viciados con la candencia de las pasiones humanas.
Y en vez de aclararme el panorama ha diseminado mis dudas. Y entre tanta duda aquellos conjuros lanzados al viento han terminado por afectar a destinatarios no pretendidos.
Y la devolución no tardó en llegar, aunque de receptores que no llamé y rebosantes de lujurias, placeres y pasiones jamás invocadas.
Y lo que en un inicio fue sentimiento genuino, inmaculado y hasta inocente, terminó por ser un ilógico desenfreno, una intolerancia inadmisible, un despropósito inaceptable.

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