Coqueteo día a día con la
confusión, flirteo con la perplejidad, incentivo el aflorar de vanidades y
despropósitos, y no puedo asegurar que todo eso me disguste. Oscilo
permanentemente entre el juego de la seducción, la pedantería y la arrogancia,
y me divierto con ello. Necesito sentir esa parafernalia que ofrece la
inseguridad brindada por el devenir de los sucesos para mantenerme vivo. Mientras
haya un desenlace pendiente estaré en el paroxismo de la vitalidad. Me molesta
demasiado la permanencia lineal de emociones, principal creadora de muertos en
vida. No quiero ser uno de ellos.
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