miércoles, 29 de junio de 2016

Aún

Aún tengo sed de ilusiones renovadas, de placeres indescriptibles por venir.
Aún mi voracidad es querer alcanzar, es tomar y saborear, y también es superar.
Aún me dominan incontrolables ansias de desear, de pedir, de insistir, de lograr,  y otra vez reincidir.
Aún espero que lo que esté por ocurrir resulte más gratificante que lo que vivo o he vivido porque en el supuesto por llegar siempre imagino lo mejor.  

domingo, 19 de junio de 2016

La mirada del padre

Como aquel artista que mira embelesado su obra y jamás termina de creer que ella es una gran parte de sí. Como ese escritor que incrédulo relee sus textos y le cuesta reconocerse como autor de lo que tiene ante su vista por más que sea el reflejo más fiel de su imaginación. Como el arquitecto o el maestro mayor observan entre dubitativos y orgullosos las maravillas edilicias que fueron capaces de diseñar o construir. Como ellos los padres cada vez que vemos a nuestros hijos superar metas, cumplir propósitos, o simplemente sorprendernos con una salida ingeniosa, no terminamos de creer que cada uno de ellos es una parte de nosotros, y no podemos evitar pensar que semejantes obras no hubiesen tenido vida propia si no fuera por nosotros. Y ahí, en ese preciso instante, es que nos damos cuenta de la relevancia de la creación.

sábado, 11 de junio de 2016

Mea culpa

He estado donde nacen los sueños que es también donde perecen o se esfuman.
He pernoctado en aquellos espacios donde se forjan los más loables propósitos y las más depravadas intenciones.
He tomado decisiones y me he equivocado, he aprendido por defecto.
He soñado e intentado volar pero mis pies nunca se despegaron lo suficiente.
He alimentado ilusiones un montón de veces y cultivado desengaños otras tantas.
He tenido buenos propósitos y malas intenciones, también admirables objetivos. He llevado a cabo algunos, y conseguido otros, aunque la mayoría continuó su camino, esquivando mis deseos.
He pasado por los más diversos estados y me he sorprendido con una infinidad de situaciones, pero lo que aún sigue llamando poderosamente mi atención es el constante empeño que ponemos para enseñar a vivir en plenitud o en estados puros o heterogéneos, en detrimento de apostar a inculcar la manera de convivir con el desgano, la traición o el sufrimiento que, paradójicamente, suelen ser los más comunes de los estados en los que nos toca vivir.